TAREA 4… DÉCADA DE LA EDUCACIÓN PARA LA
SOSTENIBILIDAD TEMAS DE ACCIÓN CLAVE
Compromiso por una educación
para la sostenibilidad
Vivimos una situación de
auténtica emergencia planetaria, marcada por toda una serie de graves problemas
estrechamente relacionados: contaminación y degradación de los ecosistemas,
agotamiento de recursos, crecimiento incontrolado de la población mundial, desequilibrios
insostenibles, conflictos destructivos, pérdida de diversidad biológica y
cultural.
Esta situación de emergencia
planetaria aparece asociada a comportamientos individuales y colectivos
orientados a la búsqueda de beneficios particulares y a corto plazo, sin
atender a sus consecuencias para los demás o para las futuras generaciones. Un
comportamiento fruto, en buena medida, de la costumbre de centrar la atención
en lo más próximo, espacial y temporalmente.
La preocupación por los
bajos índices de natalidad
Trata de una preocupación
frecuentemente aireada por los medios de comunicación y que conviene abordar.
Se ha llegado incluso a afirmar, en un informe de la ONU sobre la evolución de
la población activa, que se precisa un mínimo de 4 a 5 trabajadores por pensionista
para que los sistemas de protección social puedan mantenerse. Por ello se teme
que, dada la baja tasa de natalidad europea.
Pero a ello se une,
afortunadamente, el convencimiento (avalado por las aportaciones de numerosos
expertos e instituciones) de que todavía es posible hacer frente a esta
situación, si se adoptan con urgencia las medidas adecuadas, lo que a su vez
exige la creación de un clima social capaz de comprender, aceptar e impulsar
dichas medidas (tecnocientíficas, educativas y políticas).
Educación para la
sostenibilidad
La importancia dada por los
expertos en sostenibilidad al papel de la educación queda reflejada en el
lanzamiento mismo de la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible o,
mejor, para un futuro sostenible (2005-2014) a cuyo impulso y desarrollo está
destinada esta página web. Como señala UNESCO (ver “enlaces” en esta misma
página web): «El Decenio de las Naciones Unidas para la educación con miras al
desarrollo sostenible pretende promover la educación como fundamento de una
sociedad más viable para la humanidad e integrar el desarrollo sostenible en el
sistema de enseñanza escolar a todos los niveles. El Decenio intensificará
igualmente la cooperación internacional en favor de la elaboración y de la
puesta en común de prácticas, políticas y programas innovadores de educación
para el desarrollo sostenible».
En esencia se propone
impulsar una educación solidaria –superadora de la tendencia a orientar el
comportamiento en función de intereses particulares a corto plazo, o de la
simple costumbre– que contribuya a una correcta percepción del estado del
mundo, genere actitudes y comportamientos responsables y prepare para la toma
de decisiones fundamentadas (Aikenhead, 1985) dirigidas al logro de un
desarrollo culturalmente plural y físicamente sostenible (Delors, 1996; Cortina
et al., 1998) La educación para un futuro sostenible habría de apoyarse, cabe
pensar, en lo que puede resultar razonable para la mayoría, sean sus
planteamientos éticos más o menos antropocéntricos o biocéntricos. Dicho con
otras palabras: no conviene buscar otra línea de demarcación que la que separa
a quienes tienen o no una correcta percepción de los problemas y una buena
disposición para contribuir a la necesaria toma de decisiones para su solución.
Basta con ello para comprender que, por ejemplo, una adecuada educación
ambiental para el desarrollo sostenible es incompatible con una publicidad
agresiva que estimula un consumo poco inteligente; es incompatible con
explicaciones simplistas y maniqueas de las dificultades como debidas siempre a
“enemigos exteriores”
Crecimiento económico y
sostenibilidad
Sabemos, que mientras los
indicadores económicos como la producción o la inversión han sido, durante
años, sistemáticamente positivos, los indicadores ambientales resultaban cada
vez más negativos, mostrando una contaminación sin fronteras y un cambio
climático que degradan los ecosistemas y amenazan la biodiversidad y la propia
supervivencia de la especie humana.
El concepto de huella
ecológica, que se define como el área de territorio ecológicamente productivo
necesaria para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos
producidos por una población dada (Novo, 2006) permite cuantificar
aproximadamente estos límites. En efecto, se estima que en la actualidad la
huella ecológica media por habitante es de 2,8 hectáreas, lo que multiplicado
por los más de 6000 millones de habitantes supera con mucho (incluyendo los
ecosistemas marinos) la superficie ecológicamente productiva o biocapacidad de
la Tierra, que apenas alcanza a ser de 1.7 hectáreas por habitante. Puede
afirmarse, pues, que, a nivel global, estamos consumiendo más recursos y
generando más residuos de los que el planeta puede generar y admitir.
Crecimiento demográfico y
sostenibilidad
A lo largo del siglo 20 la
población se ha más que cuadruplicado. Y aunque se ha producido un descenso en
la tasa de crecimiento de la población, ésta sigue aumentando en unos 80
millones cada año, por lo que puede duplicarse de nuevo en pocas décadas. La
Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1988) ha señalado las
consecuencias: «En muchas partes del mundo, la población crece según tasas que
los recursos ambientales disponibles no pueden sostener, tasas que están
sobrepasando todas las expectativas razonables de mejora en materia de
vivienda, atención médica, seguridad alimentaria o suministro de energía».
«Incluso si consumieran, en
promedio, mucho menos que hoy, los nueve mil millones de hombres y mujeres que
poblarán la Tierra hacia el año 2050 la someterán, inevitablemente, a un enorme
estrés» (Delibes y Delibes, 2005).
Estos planteamientos
contrastan, sin embargo, con la creciente preocupación que se da en algunos
países por la baja tasa o índice de natalidad local. Una preocupación
frecuentemente aireada por los medios de comunicación, que suele ser mencionada
por algunos de los profesores encuestados y que conviene abordar. Un reciente
informe de la ONU sobre la evolución de la población activa señala que se
precisa un mínimo de 4 a 5 trabajadores por pensionista para que los sistemas
de protección social puedan mantenerse. Por ello se teme que, dada la baja tasa
de natalidad europea, esta proporción descienda muy rápidamente, haciendo
imposible el sistema de pensiones.
Tecnociencia para la
sostenibilidad
Cuando se plantea la
contribución de la tecnociencia a la sostenibilidad, la primera consideración
que es preciso hacer es cuestionar cualquier expectativa de encontrar
soluciones puramente tecnológicas a los problemas a los que se enfrenta hoy la
humanidad. Pero, del mismo modo, hay que cuestionar los movimientos
anti-ciencia que descargan sobre la tecnociencia la responsabilidad absoluta de
la situación actual de deterioro creciente.
Reducción de la pobreza
Según el Banco Mundial, el
total de seres humanos que vive en la pobreza más absoluta, con un dólar al día
o menos, ha crecido de 1200 millones en 1987 a 1500 en la actualidad y, si
continúan las actuales tendencias, alcanzará los 1900 millones para el 2015. Y
casi la mitad de la humanidad no dispone de dos dólares al día. Como señalan
Sen y Kliksberg (2007, pp. 8), «el 10% más rico tiene el 85 % del capital
mundial, la mitad de toda la población del planeta solo el 1%». Pero, como
explica el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), «La
pobreza no se define exclusivamente en términos económicos (…) también
significa malnutrición, reducción de la esperanza de vida, falta de acceso a
agua potable y condiciones de salubridad, enfermedades, analfabetismo,
imposibilidad de acceder a la escuela, a la cultura, a la asistencia sanitaria,
al crédito o a ciertos bienes».
Quizás sea en las
diferencias en el consumo donde las desigualdades aparecen con mayor claridad:
por cada unidad de pescado que se consume en un país pobre, en un país rico se
consumen 7; para la carne la proporción es 1 a 11; para la energía 1 a 17; para
las líneas de teléfono 1 a 49; para el uso del papel 1 a 77; para automóviles 1
a 145. El 65% de la población mundial nunca ha hecho una llamada telefónica… ¡y
el 40% no tiene ni siquiera acceso a la electricidad! Un dato del consumo que
impresiona particularmente, y que resume muy bien las desigualdades, es que un
niño de un país industrializado va a consumir en toda su vida lo que consumen
50 niños de un país en desarrollo.
Contaminación sin fronteras
El problema de la
contaminación es uno de los primeros que nos suele venir a la mente cuando
pensamos en la situación del mundo, puesto que la contaminación ambiental hoy
no conoce fronteras y afecta a todo el planeta. Eso lo expresó muy claramente
el ex presidente de la República Checa, Vaclav Havel, hablando de Chernobyl:
«una radioactividad que ignora fronteras nacionales nos recuerda que vivimos
–por primera vez en la historia– en una civilización interconectada que
envuelve el planeta. Cualquier cosa que ocurra en un lugar puede, para bien o
para mal, afectarnos a todos». La mayoría de los ciudadanos percibimos ese
carácter global del problema de la contaminación; por eso nos referimos a ella
como uno de los principales problemas del planeta. Pero conviene hacer un
esfuerzo por concretar y abordar de una forma más precisa las distintas formas
de contaminación y sus consecuencias. No basta, en efecto, con referirse
genéricamente a la contaminación del aire (debida a procesos industriales que
no depuran las emisiones, a los sistemas de calefacción y al transporte, etc.),
de los suelos (por almacenamiento de sustancias sólidas peligrosas: radiactivas,
metales pesados, plásticos no biodegradables…) y de las aguas superficiales y
subterráneas (por los vertidos sin depurar de líquidos contaminantes, de origen
industrial, urbano y agrícola, las “mareas negras”, y también, de nuevo, los
plásticos, cuyas bolsas han “colonizado” todos los mares, provocando la muerte
por ahogamiento de tortugas y grandes peces y dando lugar a inmensas islas
flotantes.
Consumo responsable
Hablar de consumo
responsable es plantear el problema del “hiperconsumo” de las sociedades
“desarrolladas” y de los grupos poderosos de cualquier sociedad, que sigue
creciendo como si las capacidades de la Tierra fueran infinitas (Daly, 1997;
Brown y Mitchell, 1998; Folch, 1998; García, 1999). Baste señalar que los 20
países más ricos del mundo han consumido en este siglo más naturaleza,es decir,
más materia prima y recursos energéticos no renovables, que toda la humanidad a
lo largo de su historia y prehistoria (Vilches y Gil, 2003). Como se señaló en
la Cumbre de Johannesburgo, en 2002: «El 15% de la población mundial que vive
en los países de altos ingresos es responsable del 56% del consumo total del
mundo, mientras que el 40% más pobre, en los países de bajos ingresos, es
responsable solamente del 11% del consumo ».